Texto escrito por los alumnos del curso de Liderazgo de la UPC
Castro Miranda, Angela
- Diestra Mezarina, Nirza
- Dueñas Cieza, Elmer
- Santamaría Torres, Rosa
- Ticllacuri de la Cruz, Kely
Abelardo
Quiñones Gonzales nació en el puerto de Pimentel. Sus padres fueron José María
Quiñones Arízola y María Juana Rosa Gonzales Orrego. Fue el tercero de cuatro
hermanos. Aprendió sus primeras letras en la escuela de educación inicial que
administraban las hermanas Elvira, Delia y Esperanza Bulnes. Luego continuó sus
estudios primarios en el Colegio Nacional San José de Chiclayo. En este colegio
su director, Karl Weiss, impulsó la actividad del vuelo en planeador a la cual
Quiñones se aficionó junto con otros compañeros, entusiasmados por las hazañas
de destacadas figuras de la aviación civil peruana, como Jorge Chávez y Juan Bielovucic.
En 1928, por decisión de sus padres, se trasladó a Lima e inició su instrucción
secundaria en el Colegio Sagrados Corazones Recoleta, hasta el segundo año. Los
años restantes los terminó en el Colegio Nacional Nuestra Señora de Guadalupe.
La
carrera militar en cuanto a la aviación
se vio por un momento frustrada por sus padres .A pesar de ello, luego de vencer la temerosa oposición de
estos, en 1935 ingresó como cadete a la Escuela Central de Aviación "Jorge
Chávez" e integró la promoción "Comandante CAP José Lucas Raguz
Verán". En la escuela de oficiales se destacó por su facilidad para
adaptarse a las diferentes técnicas del pilotaje. Según investigamos algunos de
sus compañeros de la Escuela de
Aviación relataron que un
día un profesor indicaba que la Fuerza Aérea del Perú carecía de un héroe
nacional, por lo que el entonces oficial Quiñones se levantó de su asiento y
con voz enérgica dijo "presentes". Como se puede apreciar este héroe
evidencio el liderazgo desde sus inicios en la aviación. Cuatro años después de
haber ingresado, se recibió como alférez el 21 de enero de 1939, como el
primero de su promoción en la especialidad de piloto de caza. En mérito a ello
recibió el “Ala de oro” de la Fuerza Aérea. Fue precisamente en la exhibición
aérea que dio en el día de su graduación cuando asombró a los presentes con su
temerario vuelo invertido casi a un metro del suelo, que hasta hoy se puede
apreciar en una filmación.
Como
oficial de aviación fue asignado al Escuadrón Nº 4 de Ancón. Transcurridos
cuatro meses, fue trasladado a la base de Las Palmas y de allí al 21. º
Escuadrón de Caza del Primer Grupo Aéreo, ubicado en la ciudad de Chiclayo.
Quiñones formó parte de la 41. ª (Cuadragésima primera) Escuadrilla de aviones
North American NA-50 e integró la primera Escuadrilla de Alta Acrobacia. Al
crearse la unidad de paracaidistas y después de realizar entrenamientos intensos,
efectuó saltos desde los cielos de Chiclayo.
En
cuanto a su acto heroico: al estallar la guerra con el Ecuador de 1941, el
teniente Quiñones fue destacado al teatro de operaciones, integrando el XXI
Escuadrón de Caza del Agrupamiento Aéreo del Norte. Los pilotos asignados a
este Agrupamiento cumplían diversas funciones, entre ellas fotografiar el
terreno de los hechos y ubicar las posiciones del enemigo. Las divisiones
peruanas, apoyadas por su fuerza aérea, derrotaron a las tropas ecuatorianas a
lo largo de la frontera de Zarumilla, pero aún quedaban dos puntos fuertes que
destruir, los de Rancho Chico y Quebrada Seca, donde los ecuatorianos habían
concentrado el grueso de su artillería antiaérea y colocado “nidos” de ametralladoras.
Con la misión de silenciar las baterías ecuatorianas para abrir paso a las
tropas peruanas, el 23 de julio de 1941, la 41.ª Escuadrilla (integrante del
XXI Escuadrón de Caza) despegó de Tumbes, al mando del teniente comandante CAP
Antonio Alberti e integrada por los tenientes CAP Fernando Paraud y José
Quiñones y el alférez CAP Manuel Rivera, a bordo de sus aviones de caza North
American NA-50. Quiñones había bautizado a su apreciado avión con el nombre de
“Pantera” pocos minutos después de la partida ya estaban sobre el objetivo e
iniciaron el bombardeo del puesto ecuatoriano de Quebrada Seca. Cuando el
aparato pilotado por el teniente Quiñones, efectuó por segunda vez el descenso
para lanzar sus bombas, fue alcanzado por el fuego antiaéreo ecuatoriano. En
vez de saltar del avión y utilizar su paracaídas, en cuyo uso era diestro,
Quiñones enrumbó su avión hacia el blanco ecuatoriano, estrellándose y muriendo
en el acto. El joven aviador cumplió así su deber de destruir las baterías
enemigas a costa de su vida.
El
19 de octubre de 1941 (tres meses después de su deceso), el Coronel del
Ejército de Ecuador Octavio A. Ochoa, jefe de la IV Zona Militar, entregó a
nombre de las Fuerzas Armadas Ecuatorianas los restos mortales del héroe
peruano, pronunciando las siguientes palabras:
Entrego
a la Fuerza Aérea del Perú los restos de quien supo honrar a su patria, a su
pueblo y a su fuerza armada. Mi pueblo [ecuatoriano] rinde homenaje al pueblo
peruano, dignamente encarnado en la figura heroica de José Abelardo Quiñones
Gonzales.
Octavio
A. Ochoa
Sus
restos mortales reposan en la Cripta de los Héroes y en el Mausoleo del Campo
de Honor de la Escuela de Oficiales de la FAP.
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